dimecres, 12 de gener del 2011

2. EL PROBLEMA DEL VALOR CUALITATIVO



Introducción

El primer capítulo del El Capital se titula “Las mercancías”. Mercancía es todo lo que se produce para el cambio más bien que para el uso del productor. El estudio de las mercancías es por consiguiente el estudio de la relación económica del cambio. Marx empieza por analizar “la producción simple de mercancías” que es como decir una sociedad en la que cada productor posee sus propios medios de producción y satisface sus múltiples necesidades por el cambio con otros productores que se encuentran en situación similar.

Sin embargo, Adam Smith, el cambio se liga del modo más estrecho posible al hecho tecnológico central de la vida económica, es decir, a la división del trabajo. Según él, se refiere con ello al origen de todo aumento de productividad. Es incapaz de ver estas ideas independientes.

Esta “propensión a traficar, a trocar y cambiar” es más aún peculiar de los seres humanos. Las implicaciones de esta posición son claras: la producción de mercancías, que tiene sus raíces en la naturaleza humana, es la forma universal e inevitable de la vida económica, la ciencia económica es la ciencia de producción de mercancías.

Pasando a Marx, se podría ver la diferencia del criterio que distingue su economía política de la de Adam Smith. Marx no niega la existencia de una relación entre la producción de mercancías y la división de trabajo, pero no se trata de ningún modo de la firme y rígida relación que describe Smith.

Marx se niega que la división del trabajo esté necesariamente ligada al cambio. La producción de mercancías no es la forma universal e inevitable de la vida. Es más bien una de las formas posibles de la vida económica que por ningún concepto puede presentarse como directa manifestación de la naturaleza humana. Se convierte en materia válida por tanto de la investigación histórico social. El economista ya no solo deberá ya confiar su atención en las relaciones cuantitativas que nacen de la producción, sino que debe dirigir también su atención al carácter de las relaciones sociales subyacentes. Estos dos problemas, cuantitativo y cualitativo, Marx los considera dentro de un solo armazón conceptual.


Valor de uso

Toda mercancía tiene un doble aspecto, según Marx, el de valor de uso y el de valor de cambio.

El valor de uso no da a una mercancía ningún carácter peculiar. Este expresa cierta relación entre el consumidor y el objeto consumido.

Marx excluía el valor de uso de la esfera de investigación de la economía política, en virtud de que no da cuerpo directamente a una relación social. Pero esto no significa que el valor de uso no deba jugar ningún papel en la economía política. Por el contrario, así como la tierra, es esencial para la producción, el valor de uso es un prerrequisito del consumo, no está de ningún modo excluido por Marx de la cadena causal de los fenómenos económicos.


Valor añadido

Poseyendo valor de cambio las unas en relación con las otras, las mercancías exhiben su característica única. En una sociedad en que el cambio es un método regular de realizar el propósito de la producción social, es sólo en calidad de mercancías como los productos tienen valor de cambio. Aparece como una relación cuantitativa entre cosas, entre las mercancías mismas. Es en realidad solo una forma exterior de la relación social entre los propietarios de mercancías. La relación de cambio como tal, es una expresión del hecho de que los productores individuales, trabajando aisladamente cada uno, trabajan en realidad los unos con los otros.

El cambio de mercancías es un cambio de los productos de trabajo de productores individuales. Lo que halla expresión en la forma de valor de cambio, es el hecho de que las mercancías de que se trata son productos del trabajo humano en una sociedad basada en la división del trabajo, en la que los productores trabajan privada e independientemente.


Trabajo y valor

La relación cualitativa del valor con el trabajo sería la siguiente: Por una parte todo trabajo es, hablando fisiológicamente, un gasto de fuerza humana de trabajo, y en su carácter de trabajo humano abstracto idéntico, crea y forma los valores de las mercancías. Por otra parte, todo trabajo es el gasto de fuerzas humana de trabajo en una forma especial y con fin preciso y en éste, su carácter de trabajo útil concreto, produce valores de uso.


Trabajo abstracto

A muchos la expresión “trabajo abstracto” les sugiere algo ligeramente misterioso, quizás no poco metafísico e irreal. El trabajo es abstracto solo en el sentido de que se asan por alto todas las características especiales que distinguen una clase de trabajo de otro. La expresión trabajo abstracto es equivalente de “trabajo en general”, es lo común a toda actividad humana productiva.

Se puede decir que la reducción de todo trabajo a trabajo abstracto permite ver claramente, detrás de las formas especiales que el trabajo puede adoptar en un momento dado cualquiera, una suma de fuerza de trabajo social que es susceptible de transferencia de un uso a otro de acuerdo con la necesidad social, y de cuya magnitud y desarrollo depende en última instancia la capacidad productora de riqueza de la sociedad. La adopción de este punto de vista, además está condicionada por la naturaleza misma de la producción capitalista, que lleva la movilidad del trabajo a un grado muy superior al de todas las formas anteriores de la sociedad.


El carácter fetichista de las relaciones

En la producción de mercancías la relación básica entre los hombres “adopta, a sus ojos, la fantástica forma de una relación entre las cosas”. Esta materialización de las relaciones sociales es el corazón y la médula de la doctrina del Fetichismo de Marx.
En las nebulosas regiones del mundo religioso…los productos del cerebro humano aparecen como seres independientes dotados de vida y que entran en relaciones tanto unos como otros como con la especie humana. Lo mismo pasa en el mundo de las mercancías con los productos de la mano del hombre. A esto le llamo el Fetichismo que se adhiere a los productos del trabajo tan pronto son producidos como mercancías, y que es , por consiguiente, inseparable de la producción de mercancías.

Como regla general, los artículos de utilidad se convierten en mercancías solo porque son productos de individuos privados. El trabajo del individuo se afirma como parte del trabajo de la sociedad solo a través de las relaciones que el acto del cambio establece directamente entre los productos e indirectamente, a través de ellos, entre los productores. Para éstos, por consiguiente, las relaciones sociales entre el trabajo de individuos privados aparecen como lo que son, es decir, no como relaciones sociales directas de personas en su trabajo, sino más bien como relaciones materiales de personas y relaciones sociales de cosas.

Sólo cuando la producción de mercancías adquiere un desarrollo tan alto y una difusión tan grande como para dominar la vida de la sociedad, el fenómeno materialización de las relaciones sociales adquiere importancia decisiva.

Una vez que el mundo de las mercancías ha realizado por así decirlo, su independencia, y sometido a los productores a su dominio, estos últimos empiezan a mirarlo en mucho del mismo modo que ven ese otro mundo externo al cual tienen que aprender a adaptarse, el mundo de la naturaleza misma. El orden social se convierte en la expresión “segunda naturaleza”.

En el campo de la economía política, aparecen distintos métodos e ideas donde se aclaran en las doctrinas del siglo XVIII, de los Fisiócratas en Francia y la escuela clásica de Inglaterra. La “mano invisible” de Adam Smith…todo ello indica la profunda creencia en el carácter impersonal y automático del orden económico.
Pero sus raíces específicas en las características de la producción de mercancías, tanto como su conexión con las doctrinas afines de la ley natural y el automatismo social, son brillantemente esclarecidas por la teoría del Fetichismo de Marx.

La materialización de las relaciones sociales ha ejercido una profunda influencia en el pensamiento económico tradicional, por lo menos en dos sentidos importantes: Por un lado, las categorías de la economía capitalista –valor, renta, salario, ganancias, interés…- han sido consideradas como si fueran inevitables categorías de la vida económica en general. Los sistemas económicos anteriores han sido vistos como versiones imperfectas o embrionarias del capitalismo moderno y juzgadas en consecuencia.

En segundo lugar, la atribución de poder independiente a las cosas no es en ninguna parta más clara que en la división tradicional de los “factores de producción” en tierra, trabajo y capital, de cada uno de los cuales se piensa que “produce” un ingreso a sus propietarios.

Esta es la apariencia. Quienes consideran las formas capitalistas como naturales y eternas, admiten la apariencia como verdadera representación de las relaciones sociales.

Si la producción de mercancías ha fomentado la ilusión de su propia permanencia y ocultado el verdadero carácter de las relaciones sociales a que da cuerpo, ha creado a la vez la racionalidad económica de los tiempos modernos, sin la cual un pleno desarrollo de las fuerzas productivas de la sociedad sería inimaginable. La racionalidad, en el sentido de una adaptación deliberada de los medios a los fines en la esfera económica, presupone un sistema económica sujeto a ciertas leyes objetivas que no son del todo inestables. Dada esta condición, el individuo puede proceder a plantear sus negocios en tal forma que pueda alcanzar, desde su propio punto de vista un resultado óptimo.

El desarrollo de la producción de mercancías bajo las condiciones del capitalismo exhibe, por una parte, una intensa racionalización de sus procesos parciales, y por otra, una creciente irracionalidad del funcionamiento del sistema como un todo.





BOILLO HUETE, Marta

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